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viernes, 30 de diciembre de 2016

Las mariposas son libres



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Yo no sé ustedes, pero a mí me estresa. Toda esta expectativa de llegar a la sabiduría. 




Por ejemplo: "Cuando somos jóvenes aprendemos, cuando viejos; entendemos" o, "el joven posee ojos más sanos, pero el viejo ve mejor." No sé, no me conecto en un manual como ese, sino con otro tipo de imperativos, como: "He llegado a la edad en la que si alguien me dice que me tengo que poner calcetines, no estoy obligada a hacerlo".


Hace unos días empecé a contar el número de personas que van por la calle con cara de culo. Es un experimento interesante. A decir verdad, no he visto a muchas personas con cara de trasero, pero tampoco es que vi un montón de gente con cara feliz. La mayoría de la gente iba con el rostro impasible, indiferente, con una cara como de zombi. "Bueno", me dije, "o es que estoy en el set del rodaje del film Guerra Mundial Z II, o está pasando alguna otra cosa." Debo decir que tengo la impresión de que la expectativa de obtener más sabiduría con la edad se ha interiorizado en mí, ya que no dejo de tratar de explicar el fenómeno de la apatía (sin embargo sin éxito, a pesar de los proverbios que abrieron esta columna). "Tal vez no sea apatía, sino algo como un sosiego, una conformidad con parsimonia, una ecuanimidad mental." Me dije a mí misma". Pero, "desde cuándo hay igualdad en este país?" Me pregunté, con falso interés, ya que era una pregunta retórica.

¡Ah, la igualdad! "Lo que el tiempo logra, el ingenio no lo logra", cité de memoria, y "sólo se aprende con la experiencia", continué, en un sorprendente e inquietante impulso. Pero, "¿Por qué debería yo contar personas con cara de culo?" Me pregunté a mí misma, con voz asustada, "por el entusiasmo", respondí sin pensar. "¡Eso es! ¡El entusiasmo es el eslabón perdido!", me dije con entusiasmo. Tal vez es el entusiasmo, la ilusión, la emoción, eso es lo que se desvaneció, lo que nos dijo adiós y no hasta luego. El simple entusiasmo por algo sencillo y transitorio, por la persistente y enana gota de lluvia, plantada ahí, defendiendo sus derechos, sin querer separarse de la ventana del autobús, aún cuando este arranca.

"Si la gente por la calle carece de emoción y de entusiasmo, ¿cómo se podría traerlos de vuelta?", "Y…además, ¿es necesario hacerlo?", me pregunté, esta vez sin falso interés. "¡Sí, sí, hay que devolverlos, yo los quiero!", me respondí, sin dejarme ninguna alternativa. "Las mariposas en la panza son controladas por el sistema nervioso simpático, que le indica al cuerpo que libere adrenalina", me conferencié a mí misma, "pero las mariposas han nacido para la libertad", razoné con esa resistencia que caracteriza a la que no está obligada a ponerse calcetines. Luego caí en una profunda meditación; que sin duda se reflejaba hacia afuera como cara de zombi.

Tal vez las mariposas estén anhelando un lugar de descanso, un sitio a salvo de enemigos y trastornos; porque están cansadas, están rendidas, agotadas por el exceso de adrenalina inyectada en sus pequeños cuerpecitos, por los nervios, la ira, el estrés y la angustia. Así que para la emoción y el entusiasmo ya no queda nada.

La mariposa más grande del mundo se llama Ala-pájaro Alexandra. Se encuentra en los bosques tropicales de Nueva Guinea. Esa es la que yo quiero, una magnífica y maravillosa mariposa. Esa mariposa estaba en peligro de extinción hasta que las autoridades de ese país aprobaron la Ley de Protección de la Naturaleza. Hoy en día esto es una mariposa protegida. Por lo tanto, tengo una sugerencia, o nos mudamos todos a Nueva Guinea, o empezamos a ocuparnos de frenar la extinción de las mariposas de las panzas aquí, en nuestro país.


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